Si quieres triunfar, ve profundo.

Sumérgete. No te confundas. No es fuera. Es dentro. Muy dentro. Tan dentro que nunca sabrás cuándo es el final. Y es que no hay final. Hay un infinito. Hay una espiral. Hay un despertar continuo de aquellas parcelas que estaban encarceladas por lineas invisibles y rostros olvidados con voces ajenas que fueron acrecentando el que perdieras tu fuerza, tu esencia.

Así que sumérgete. Tanto como puedas. E incluso si crees que ya no puedes más, sigue haciéndolo. Párate. Toma aire. Mira a tu alrededor. Observa la barbarie en la que tu vida se convirtió al poner más valor fuera que dentro. Y toma lo tuyo. Lo que te pertenece. Lo que siempre fue. Lo que siempre estuvo. Toma lo tuyo. Hazlo simple. Hazlo desde la propia vergüenza de ese abandono de una misma. Hazlo asumiendo que te perdiste. Hazlo en confianza plena de que una vez más, podrás.

Podrás despojarte de cada uno de esos intentos de suicidio del yo existencial, del yo auténtico, de lo que es verdad.

Podrás observar tu vida desde una mirada inmensamente humana donde sólo hay espacio para amar y amarse de verdad.

Podrás sumergirte en cada segundo como sino hubiese un mañana.

Podrás abrirte de par en par y dejar que la vida entre, sin corazas, sin personajes, así, sin más.

Podrás detectar cada intento de aniquilación propia o ajena como un trampolín para lanzarte a experimentar tu auténtico yo, con total libertad.

Podrás despojarte de cada una de las restricciones autoimpuestas o asumidas por creencias ajenas.

Podrás mandar a la mierda esos mensajes de: “No puedo”, “No merezco”, “Quizás ahora no es el momento”, “Eso (que tanto deseo) es para otros, no creo que sea para mi”, “Ahora que lo tengo todo, no soy capaz de disfrutarlo”. Y comenzarás a experimentar el: “Claro que puedo”, “Por supuesto que me lo merezco”, “Es obvio que es el momento”, “¡Sí que es para mi eso que deseo. Me lo concedo!”, “Ahora que lo estoy viviendo, me lo permito y lo voy a gozar por completo”.

Y de pronto, lo estarás viviendo.

Eso no es casual. Es la consecuencia obvia y lógica del trabajo personal, de la valentía de sumergirse dentro, de la madurez psicológica, afectiva y emocional.

Ojalá que se hile tan fino como para ser consciente de los propios personajes que comienzan viéndose fuera y acaban dentro como si fuesen parte del ego, de forma tan sutil y sigilosa que se integran como si fueran propios. Sin embargo, cuando el cuerpo emocional está preparado y se comienzan a vislumbrar, comienzan a ser como garrapatas. Allá donde antes parece que servían ahora chupan y restan. Cuanto antes se exterminen, mayor libertad y autenticidad.

Así que para triunfar hay mucho que indagar y bucear. Porque por mucho que se haga fuera, si hay bloqueos dentro (por muy sutiles que sean) nada funcionará del todo. Al fin y al cabo, vivirse libre, vivirse real, vivirse siendo sin más, es un tesoro disponible a cada instante para ser disfrutado por aquellos valientes que se atrevan a vivir esa experiencia tan sublime y exquisita. Es manjar de dioses, es riqueza de humanos, es la infinidad en la presencia. Está al alcance de todos aquellos que se atrevan.

Y tú, ¿eres de quienes se atreven o eres de quienes creen que eso es para otros?

Isabella Magdala

Mujer en transición.