Quiérete tanto como para parar lo que te hace mal. Tanto, que te sea fácil elegir eso que te hace bien, sonreír, vibrar, sentir, emocionarte, experimentar la intensidad sin necesidad ni siquiera de moverte de ese lugar donde estás.

   Quiérete tanto como para saborear los pequeños momentos. Esos que son los más grandes. Algo tan sencillo como un paseo con buenos amigos. Observar el fuego mientras arde y se lleva tus miedos más irracionales. Escuchar esa canción que apareció como si nada, a través de tu memoria, de una amiga, de un amante o del azar curioso de la vida.

   Quiérete tanto como para apreciar las señales que se te van poniendo cada día por delante. Esas que te llevan y que te invitan a sentirte abrazada por eso que te cuida y sostiene aunque, a veces, ni lo pienses.

   Quiérete mucho. Sí, mucho. Porque el amor no tiene medida ni el querer tampoco. Ámate y quiérete. Elígete. Valórate. Apréciate. Porque así vibrarás en eso y no te conformarás con menos. Conformarse no es de valientes. Y tú lo eres.

   Hay mucho y bueno para ti. Lo sabes, ¿verdad? Hay tanto que no lo podemos ni imaginar. La vida nos ama, nos cuida, nos empuja. A veces lo hace a través de situaciones fáciles y dulces. En otras ocasiones arroja al vacío y al abismo, sin piedad. Tumba y zarandea para hacer reír y llorar. Incluso las dos cosas, a la par. A veces parece que quita las fuerzas y en otras parece que concede superpoderes. Pero sí, siempre es una oportunidad para quererse aún más.

   No importa lo que suceda fuera, lo que piensen de ti ni lo que digan los demás. Tu sigue queriéndote. Sigue amándote. Sí. Cada día más. Da igual cuánto daño te han hecho o cuán amada/o te has sentido. Hay más amor, mucho más. Hay una fuente infinita, insaciable, única e inagotable. No está fuera. Jamás lo estuvo. Está dentro y siempre contigo, con cada uno de nosotros. Solo la propia persona puede conectar con ella y abrir el chorro.

   No te vayas al mundo de yupi. Ten los pies en la tierra. Para amarte y quererte, los necesitas. Hay que discernir. Hay que elegir. No todo vale. Que va. Para ti, no. Si te amas: Elegirás y seleccionarás. Sabrás lo que quieres y no te conformarás con menos. Harás tu parte para ello. No te caerá del cielo ni te aprovecharás del trabajo ajeno. Cuando se recoge la cosecha propia, tiene un sabor exquisito. Es el sabor de lo que una/o sabe que ha hecho. Y eso sabe a gloria bendita. Eso conecta con ese amor auténtico, el propio, ese que nace de dentro.

   Quiérete tanto como para no abandonarte, como para acompañarte, como para quererte en todas tus formas y partes. Toma de la mano a aquella niña o aquel niño que fuiste y abrázale con fuerza para sostener todos sus miedos. Llévatela/o al espejo y enséñale quién eres. Cuéntale todo lo que has superado desde aquel entonces, cuéntale todas las veces que te has demostrado a ti misma/o que crees en ti más allá de los obstáculos que te hayan puesto. Y los has superado, con creces. Enséñale el cuerpo que ahora tiene. Sin miedos. Observando lo bonito y honrando lo que la mente juzga sin piedad como si fuese feo o menos. ¿Cómo va a existir el más o el menos cuando se habla de una/o misma/o?

   Quiérete mucho como para darte una vida abundante. Tanto como sepas y un poquito más. Porque la abundancia es como tú, infinita. Abundancia de todo lo bueno. Amistades, amores, relaciones, economía, salud, alimentos, libertad, tiempo… Vive y vive bien. Eso también es amor.

   Quiérete mucho hasta el punto que te apasione estar contigo. Conocerte, acompañarte, sentirte, explorarte, vivirte, experimentarte. Ama todos tus rincones, tus emociones y sensaciones. Sin límites ni restricciones.

   Quiérete tanto que elijas muy bien con quién compartes tu tiempo. Tu tiempo de ocio, de trabajo, amoroso, sexual, de risas y de llantos, de silencios y de conversaciones, carnal y cibernético, física y mentalmente, de confesiones y de bromas. Quiérete mucho y reconocerás rápido quien sí te quiere bien.

   Quiérete mucho, hasta no poder más. Cultiva tu autoestima hasta saber bien quién eres y que nadie pueda convencerte de que eres menos o que haces mal esto o aquello. Se tu termómetro. Dite la verdad, desde la honestidad. Hasta que seas hábil en reconocer las mentiras propias y ajenas y elijas no hacerte la tonta/o. Porque ya sabes lo que vales y mereces. Ni más, ni menos.

   Ámate mucho, hasta que ames tus tiempos en compañía y tus tiempos en soledad. Hasta que en lugar de dependiente, seas libre. Ámate mucho porque ahí se caen todas las usurpaciones o intentos de ella y llegan a raudales las reciprocidades.

   Quiérete mucho, tanto, tanto, tanto como para sentir tu vulnerabilidad, tus virtudes, tus debilidades y tus fortalezas. Tanto como para amarte con tus neuras y tus claridades, tus certezas e inseguridades.

   Ámate tal cual. Sabiendo de dónde vienes, dónde estás y hacia dónde vas.

   Sí. La vida se vuelve mágica, las puertas se abren de par en par, el sol entra por la ventana, aunque, si hay lluvia, truenos, nubes o lo que sea, todo se experimenta y aprecia. Todo se vive. Tenga el sabor que tenga. Mientras se diga adelante o hasta que se diga: Basta.

   Y es que cuando te amas, te eliges y te quieres, eres invencible.

Texto: Isabella Magdala

Fotografía: Vicente Reja